A medida que se acercaban las elecciones presidenciales de hoy domingo en Brasil, la rivalidad entre los seguidores de los dos candidatos punteros en las encuestas, el ex Mandatario izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y el actual Presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, se agudizó con una ola de violencia política.

«Nos convertimos en una sociedad de enemigos», señala en entrevista el politólogo Carlos Eduardo Tauil, profesor de derecho constitucional y de ciencia política en la Escuela Paulista de Derecho, en Sao Paulo.

«Incluso en la universidad, que era un espacio totalmente abierto, totalmente plural, hoy ya no podemos hablar de política tan abiertamente (…) porque puede causar algún tipo de problema».

Un estudio de la Universidad de Río de Janeiro apunta que la violencia política en Brasil se ha incrementado 335 por ciento desde enero de 2019, con mil 209 ataques a miembros del espectro político en lo que va de 2022, incluyendo 45 homicidios a líderes.

El politólogo atribuye gran parte de esta atmósfera a los incendiarios comentarios del Presidente contra todas las minorías, pero también contra los petistas y la izquierda en general.

Luego de los hechos en Mato Grosso, Bolsonaro se negó a enviar condolencias a la familia del fallecido, y dijo que el PT «es una plaga» que debería ser «barrida de la historia».

Menos de una semana después de la tragedia en Foz do Iguazú, cuando fue asesinado a tiros De Arruda en su fiesta de cumpleaños, un acto del candidato a Gobernador de Río de Janeiro apoyado por Lula fue interrumpido por bombas caseras lanzadas por bolsonaristas, y otro mitin izquierdista en Minas Gerais también fue atacado por un dron que roció heces fecales entre la multitud.
Escalada inédita
Tauil explica que la polarización se fue gestando desde los años del acelerado «impeachment» (juicio político) contra la sucesora de Lula, Dilma Rousseff, en 2016, que muchos calificaron como golpe de Estado, y la posterior encarcelación de Lula por supuesta corrupción, en el marco de la investigación del Lava Jato.

 

El país quedó divido entre patriotas y rojos, y comenzaron los enfrentamientos en las calles.

El momento fue aprovechado por Bolsonaro, un diputado que entonces era poco conocido a nivel nacional y que fue ganando popularidad por sus expresiones machistas, homofóbicas, racistas, de incitación al odio y de apología a la dictadura militar. Llegada la campaña presidencial de 2018, con un fuerte discurso a favor de las armas y de la justicia por mano propia, se presentó como el «antisistema».

«Vamos a fusilar a la ‘petralhada’ (los militantes del PT)», gritó exaltado ante una eufórica multitud de sus simpatizantes en un mitin ese año en el estado de Acre, simulando un rifle con un tripié y haciendo ademán de disparar, un gesto que ha sido replicado por sus seguidores.

«Vamos a sacar a estos tramposos de Acre. Como les gusta tanto Venezuela, esta gente tiene que irse para allá. Pero allá no hay ni jamón, muchachos, tendrán que comer pasto».

Desde entonces, una gran maquinaria de noticias falsas y desinformación comenzó a circular en las redes sociales y otras plataformas digitales, lo que continuó atizando las tensiones, y, con Lula en la cárcel, Bolsonaro, un ex Capitán del Ejército, terminó imponiéndose en las urnas frente a su rival izquierdista, Fernando Haddad, con 17 puntos de ventaja.

El ex Mandatario fue puesto en libertad al año siguiente, en 2019, luego de que la Operación Lava Jato fuera señalada de estar plagada de irregularidades, con acusaciones de abuso de poder del juez responsable, Sergio Moro -quien luego fue nombrado Ministro de Justicia de Bolsonaro-, y de no cumplir con todos los requisitos legales para condenar a Lula.

Así, con el líder izquierdista y el ultraderechista en un actual cara a cara, las tensiones se han disparado.

Pese a que Brasil tiene 4 de las 20 ciudades más violentas del mundo, sorprende la violencia política que se vivió en las últimas semanas de la campaña electoral, y no solo por parte de los bolsonaristas, sino también de algunos lulistas, afirma en entrevista Daniel Bassan Peremida de Sousa, un informático de Sao Paulo.

«Es algo bastante inédito, nunca había pasado algo así en los últimos años de democracia (…), siempre fuimos bastante tolerantes en cuestiones de política, y aunque siempre hubo una cuestión un poco complicada referente a las elecciones (…) no habíamos llegado a este nivel», expresa el brasileño de 33 años, quien detalló que votará nulo.

A inicios de julio, el propio Lula agradeció en un mitin a Manoel Marinho, un ex concejal de su partido, por empujar a un empresario pro-Bolsonaro contra un camión el día en que se ordenó la detención del ex Mandatario. Marinho pasó siete meses en la cárcel por esa acción violenta.

Incluso en 2018, un hombre apuñaló al mismo Bolsonaro en campaña argumentando motivaciones políticas, aunque, por otro lado, hubo sectores que calificaron el incidente como una cortina de humo para que el candidato rehuyera los debates electorales.
En las calles, o en público, la gente prefiere evitar expresar sus preferencias políticas por miedo a ser atacados.

«Hay un miedo, hay una reserva a comentar, en todos los lugares hay mucho cuidado para hablar de política, porque se puede causar una pelea, una discusión más fuerte», apunta el profesor Tauil.

Un reciente sondeo de Datalha reveló que un 67.5 por ciento de los 2 mil 100 encuestados de 130 municipios del país afirmó que tienen miedo de ser agredidos «físicamente por su elección política o partidaria», lo que se traduce en 7 de cada 10 brasileños.

El miedo es aún mayor tanto entre la Oposición, los militantes de izquierda, como entre los miembros de las minorías, con un Presidente que ha llegado a decir que prefiere a su hijo muerto en un accidente a que sea gay, o que se ha pronunciado contra los derechos de las mujeres.

«Si yo quisiera utilizar una playera roja o los colores del PT, tengo miedo de ser violentado, principalmente porque Santa Catarina -donde vivo- es un estado donde la mayoría de las personas apoya a Bolsonaro», comenta en entrevista Anderson Andrade, un maestro de inglés de 27 años en dicha entidad, quien se inclina por Lula.

«Esto es algo nuevo, (…) es muy evidente la división entre la derecha y la izquierda, entre las personas muy tradicionales que son de la derecha y que no les gustan las personas LGBT y otras minorías, y personas más diferentes; tenemos un miedo que antes no teníamos».

Alexandre Souto Braga, un artista visual de 48 años originario de Río de Janeiro, una de las ciudades con las más altas tasas de criminalidad en el mundo, señala que los niveles de violencia política son de tal magnitud que ha llevado a las personas a pelearse por todo, incluso entre las mismas familias, tanto en el plano físico como en el digital, como en los grupos de WhatsApp.

«Hay gente que tiene stickers de Lula pegados en su coche, y su coche amanece bateado solo por traer la pegatina», afirma el carioca, quien desde México, donde actualmente reside, dice que votará por el ex Presidente izquierdista.

«Y te voy a decir algo que me da mucha pena: el 80 por ciento o más de mi familia es bolsonarista, entonces en mi familia no hay ese miedo porque están del lado de los agresores, aunque mi familia no es agresiva, pueden ser agresivos ideológicamente hablando de Bolsonaro, pero yo ya trato de no hablar con ellos del tema, ya me cansé».

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